María
Elena Walsh
Destacada compositora, poetisa, escritora y cantautora argentina. Ingresó a la Escuela de Bellas Artes a los 12 años y en 1948 se recibió de profesora de Dibujo y Pintura. Ávida lectora y de gran imaginación, en 1945 publicó sus primeros versos en la revista El Hogar y en el suplemento literario de La Nación.
Voy a contarles lo que había
entonces en Ramos Mejía.
Había olor a tía,
veredas de ladrillo con pastito
y, tras la celosía,
un viejo organillero con monito.
Y había por los caminos
muchísimos fideos finos.
Había un cielo entero
por donde navegaban las hamacas
y leche que el lechero
traía, no en botella sino en vaca.
Había lluvia en tinas
y patios con ranitas adivinas,
y una gallina clueca
mirándonos con ojos de muñeca.
Había a cada rato
un gato navegando en un zapato,
y había en la cocina
una mamá jugando con harina.
veredas de ladrillo con pastito
y, tras la celosía,
un viejo organillero con monito.
Y había por los caminos
muchísimos fideos finos.
Había un cielo entero
por donde navegaban las hamacas
y leche que el lechero
traía, no en botella sino en vaca.
Había lluvia en tinas
y patios con ranitas adivinas,
y una gallina clueca
mirándonos con ojos de muñeca.
Había a cada rato
un gato navegando en un zapato,
y había en la cocina
una mamá jugando con harina.
(«Fideo fino», Álbum Juguemos en el Mundo II, 1969).
Les dejamos un links que pueden disfrutar en familia...
** CANCIONES
https://www.cultura.gob.ar/12-canciones-para-descubrir-a-maria-elena-walsh-8676/
** CUENTOS
http://lasalademerlin.blogspot.com/2016/11/cinco-cuentos-cortos-de-maria-elena.html
** POESIAS
Distinguidísimos señores niños:
Tutú Marambá es un duende brasileño feo y malo, según cuenta la leyenda. Se parece a nuestro 'cuco', al que por suerte ningún chico ha visto.
A pesar de estos pésimos antecedentes del señor Marambá, decidí, con permiso de ustedes, robarle el nombre para ponérselo a este libro. ¿Por qué? Porque suena lindo. ¿Por qué más? Porque quizás la amistad del Gato Confite, de la Vaca Estudiosa y de todas las buenísimas personas que viven en esta casa de papel, acabe por convertirlo en un duende inofensivo y juguetón con sonrisa de choclo.
Por lo tanto, si algún día ustedes andan por Brasil y oyen hablar de Tutú Marambá, no tengan miedo. No los va a asustar. Lo más probable es que los lleve de la mano por la selva, presentándoles a todo bicho viviente: monitos, lagartijas y papagayos.
En Portugal he visto un árbol
florecido de guitarritas.
Íbamos todos a cantar:
arañas, sapos, señoritas.
Las ovejas, que son muy tontas,
seriamente se las comían.
El árbol las miró enojado
con sus hojas de cartulina.
—¿No saben, no saben ustedes
que la música no es comida?
Son guitarritas de cantar,
azules, verdes, amarillas.
Los bichofeos con solfeo
y las sardinas con sordina,
los caracoles con bemoles,
cada cual con su musiquita.
El concierto desafinado
se escuchó desde muy arriba,
y a las nubes malhumoradas
les dolió mucho la barriga.
Y pronto el árbol se quedó
sin una sola guitarrita.
Un árbol triste como todos.
En Portugal. Y no es mentira.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
La mona Jacinta
se ha puesto una cinta.
Se peina, se peina,
y quiere ser reina.
Mas la pobre mona
no tiene corona.
Tiene una galera
de hoja de higuera.
Un loro bandido
le vende un vestido,
un manto de pluma
y un collar de espuma.
Al verse en la fuente,
dice alegremente:
—¡Qué mona preciosa,
parece una rosa!
Levanta un castillo
de un solo ladrillo,
rodeado de flores
y sapos cantores.
La mona cocina
con leche y harina,
prepara la sopa
y tiende la ropa.
Su marido mono
se sienta en el trono.
Sus hijas monitas
en cuatro sillitas.
¡Ay, no te rías
de sus monerías!
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
El cielo es de cielo,
la nube es de tiza.
La cara del sapo
me da mucha risa.
La luna es de queso
y el sol es de sol.
La cara del sapo
me da mucha tos.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Da la media vuelta,
toca el cascabel,
roba caramelos
en el almacén.
A ver, a ver, a ver...
Me caigo, me caigo,
me voy a caer.
Si no me levantan
me levantaré.
A ver, a ver, a ver...
Diez y diez son cuatro,
mil y mil son seis.
Mírenme, señores,
comiendo pastel.
A ver, a ver, a ver...
Por la calle vienen
la Reina y el Rey,
un oso de miga
y otro de papel.
A ver, a ver, a ver...
Este gran secreto
sólo yo lo sé:
cuando llueve, llueve.
Cuando hay luz se ve.
A ver, a ver, a ver...
Contemos un cuento,
una, dos, y tres,
que acabe al principio
y empiece después.
A ver, a ver, a ver...
Los espadachines,
con un alfiler,
pinchan a la estrella
del amanecer.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada
y dijo: —Estás equivocada.
Y la vaca le respondió:
—¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Vendo sueños con gusto a caramelo,
países raros, lentas maravillas,
ángeles que dan cine por el cielo,
y relámpagos para pesadillas.
Sueños como trapitos de colores,
imágenes y muchas otras cosas.
Algunos tienen pájaros y flores.
Otros, infierno y brujas espantosas.
Sueños y sueños para todo gusto:
cajas de azufre, paquetitos rojos.
Lágrimas o canción, amor o susto
para los niños que cierran los ojos.
Llevo en mi cesta el mágico tesoro.
¡A ver quién me lo compra, quién me llama!
Dejen afuera su moneda de oro,
y mírenme pasar desde la cama.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
La bruja, la bruja
se quedó encerrada
en una burbuja.
La bruja, la boba,
con escoba y todo
con todo y escoba.
Está prisionera,
chillando y pateando
de mala manera.
Tiene un solo diente,
orejas de burro
y un rulo en la frente.
Que llore, que gruña,
que pique su cárcel
con diente y con uña.
El loro la chista,
se ríe y la espía
con un largavista.
A su centinela,
lechuza mirona,
le da la viruela.
Que salte, que ruede,
que busque la puerta,
que salga si puede.
¡Se quedó la bruja
presa para siempre
en una burbuja!
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Doña Disparate,
nariz de batata,
se olvida, se olvida
de cómo se llama.
Se olvida el rodete
detrás de la puerta,
duerme que te duerme
cuando está despierta.
Se quita el zapato,
se pone el tranvía,
bebe la botella
cuando está vacía.
No sabe, no sabe
y aprieta el botón
para que haya luna
o se apague el sol.
Oye con el diente,
habla con la oreja,
con un cucharón
barre la vereda.
—¡Señor boticario,
véndame tornillos!
—¡Señor verdulero,
hágame un vestido!
"¡Guau!", dice el felpudo.
"¡Miau!", dice la jarra.
¡Que yo soy el perro!
¡Que yo soy la gata!
Doña Disparate,
nariz de merengue,
se "ecovica", digo
se equivoca siempre.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
** CUENTOS
http://lasalademerlin.blogspot.com/2016/11/cinco-cuentos-cortos-de-maria-elena.html
** POESIAS
Tutú Marambá es un duende brasileño feo y malo, según cuenta la leyenda. Se parece a nuestro 'cuco', al que por suerte ningún chico ha visto.
A pesar de estos pésimos antecedentes del señor Marambá, decidí, con permiso de ustedes, robarle el nombre para ponérselo a este libro. ¿Por qué? Porque suena lindo. ¿Por qué más? Porque quizás la amistad del Gato Confite, de la Vaca Estudiosa y de todas las buenísimas personas que viven en esta casa de papel, acabe por convertirlo en un duende inofensivo y juguetón con sonrisa de choclo.
Por lo tanto, si algún día ustedes andan por Brasil y oyen hablar de Tutú Marambá, no tengan miedo. No los va a asustar. Lo más probable es que los lleve de la mano por la selva, presentándoles a todo bicho viviente: monitos, lagartijas y papagayos.
María Elena Walsh
El árbol de guitarristas
En Portugal he visto un árbol
florecido de guitarritas.
Íbamos todos a cantar:
arañas, sapos, señoritas.
Las ovejas, que son muy tontas,
seriamente se las comían.
El árbol las miró enojado
con sus hojas de cartulina.
—¿No saben, no saben ustedes
que la música no es comida?
Son guitarritas de cantar,
azules, verdes, amarillas.
Los bichofeos con solfeo
y las sardinas con sordina,
los caracoles con bemoles,
cada cual con su musiquita.
El concierto desafinado
se escuchó desde muy arriba,
y a las nubes malhumoradas
les dolió mucho la barriga.
Y pronto el árbol se quedó
sin una sola guitarrita.
Un árbol triste como todos.
En Portugal. Y no es mentira.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
La mona Jacinta
La mona Jacinta
se ha puesto una cinta.
Se peina, se peina,
y quiere ser reina.
Mas la pobre mona
no tiene corona.
Tiene una galera
de hoja de higuera.
Un loro bandido
le vende un vestido,
un manto de pluma
y un collar de espuma.
Al verse en la fuente,
dice alegremente:
—¡Qué mona preciosa,
parece una rosa!
Levanta un castillo
de un solo ladrillo,
rodeado de flores
y sapos cantores.
La mona cocina
con leche y harina,
prepara la sopa
y tiende la ropa.
Su marido mono
se sienta en el trono.
Sus hijas monitas
en cuatro sillitas.
¡Ay, no te rías
de sus monerías!
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Así es
El cielo es de cielo,
la nube es de tiza.
La cara del sapo
me da mucha risa.
La luna es de queso
y el sol es de sol.
La cara del sapo
me da mucha tos.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Canción de títeres
Da la media vuelta,
toca el cascabel,
roba caramelos
en el almacén.
A ver, a ver, a ver...
Me caigo, me caigo,
me voy a caer.
Si no me levantan
me levantaré.
A ver, a ver, a ver...
Diez y diez son cuatro,
mil y mil son seis.
Mírenme, señores,
comiendo pastel.
A ver, a ver, a ver...
Por la calle vienen
la Reina y el Rey,
un oso de miga
y otro de papel.
A ver, a ver, a ver...
Este gran secreto
sólo yo lo sé:
cuando llueve, llueve.
Cuando hay luz se ve.
A ver, a ver, a ver...
Contemos un cuento,
una, dos, y tres,
que acabe al principio
y empiece después.
A ver, a ver, a ver...
Los espadachines,
con un alfiler,
pinchan a la estrella
del amanecer.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
La vaca estudiosa
Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada
y dijo: —Estás equivocada.
Y la vaca le respondió:
—¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
El vendedor de sueños
Vendo sueños con gusto a caramelo,
países raros, lentas maravillas,
ángeles que dan cine por el cielo,
y relámpagos para pesadillas.
Sueños como trapitos de colores,
imágenes y muchas otras cosas.
Algunos tienen pájaros y flores.
Otros, infierno y brujas espantosas.
Sueños y sueños para todo gusto:
cajas de azufre, paquetitos rojos.
Lágrimas o canción, amor o susto
para los niños que cierran los ojos.
Llevo en mi cesta el mágico tesoro.
¡A ver quién me lo compra, quién me llama!
Dejen afuera su moneda de oro,
y mírenme pasar desde la cama.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
La bruja
La bruja, la bruja
se quedó encerrada
en una burbuja.
La bruja, la boba,
con escoba y todo
con todo y escoba.
Está prisionera,
chillando y pateando
de mala manera.
Tiene un solo diente,
orejas de burro
y un rulo en la frente.
Que llore, que gruña,
que pique su cárcel
con diente y con uña.
El loro la chista,
se ríe y la espía
con un largavista.
A su centinela,
lechuza mirona,
le da la viruela.
Que salte, que ruede,
que busque la puerta,
que salga si puede.
¡Se quedó la bruja
presa para siempre
en una burbuja!
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
Doña Disparate
Doña Disparate,
nariz de batata,
se olvida, se olvida
de cómo se llama.
Se olvida el rodete
detrás de la puerta,
duerme que te duerme
cuando está despierta.
Se quita el zapato,
se pone el tranvía,
bebe la botella
cuando está vacía.
No sabe, no sabe
y aprieta el botón
para que haya luna
o se apague el sol.
Oye con el diente,
habla con la oreja,
con un cucharón
barre la vereda.
—¡Señor boticario,
véndame tornillos!
—¡Señor verdulero,
hágame un vestido!
"¡Guau!", dice el felpudo.
"¡Miau!", dice la jarra.
¡Que yo soy el perro!
¡Que yo soy la gata!
Doña Disparate,
nariz de merengue,
se "ecovica", digo
se equivoca siempre.
©1960, María Elena Walsh
©Editorial Alfaguara infantil
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